Ciudadana del mundo, de aqui y de allá. Enamorada de la vida y agradecida de Dios. Le canto al amor en todos sus matices.







6/07/2008

El Parque Alberti


Han llegado a mi memoria recuerdos de viejas plazas que disfruté en la niñez y adolescencia, plazas llenas de niños, de juegos, de vivencias...
Pero la más importante, y más que una plaza, es el Parque Alberti, hermoso retazo de tierra casi transformado en el patio de las casas que lo rodean. Mi madre hasta hace poco vivía allí en una linda casita, donde desde sus amplios ventanales, se podía admirar el follaje de sus viejos árboles y también sus caminitos de adoquines miles de veces transitados por los vecinos del barrio.
El parque Alberti, núcleo vital de mi corto radio de acción de entonces, era el termómetro que acusaba las menores oscilaciones en el tranquilo y sosegado decurso de los vecinos; todas ellas provocadas por pequeños acontecimientos o sencillas novedades. En sus alrededores tuvieron asiento puestos de periódicos, renovadoras de calzado, tiendas de abastecimientos, los célebres "chinos"... Así les decíamos pues casi todas los tenderos provenían de China.
No puedo olvidar la facultad de Arquitectura de la Universidad Villa Real, que alzaba sus instalaciones frente a mi casa y que me detenía a observar por la ventana, a ver si en sus inmediaciones divisaba a aquel chico guapo que me gustaba.
¡Voy al parquee...! era mi grito de guerra apenas llegaba del colegio. Salía por la puerta de casa como una tromba, apurada por ver a mis amigos que al caer la tarde empezaban a reunirse allí. Me quitaba los zapatos y caminaba descalza por el pasto, pateando las hojas secas que se amontonaban en los jardines.
Cortaba flores para luego colocarlas en un  florerito azul de porcelana que tenía en mi habitación, regalo de mi mejor amiga.
Ah, tantas remembranzas llenas de inocencia, de dulzura y candidez. Recuerdo que mi imaginación se distendía al máximo, creando un universo infinito en el pequeño perímetro del parque. Es que la vastedad de los espacios de la infancia es ilimitada. Las extensiones de césped, los juegos , los senderos por donde circulan toda clase de existencias, hormigas, mariposas, orugas, avispas, perros, gatos... Y la gente. Recuerdo a los ancianos, sentados en fila en los bancos que rodeaban los senderos. Aquellos que ya murieron y han dejado el relevo para los nuevos que también morirán... Entre ellos, mis padres.
Y entre los niños y los ancianos, todas las edades. Todos. Mi memoria no pierde a ninguno. Lo curioso es que no se fatiga ni se termina. Todo cabe en ella. Como en el parque Alberti.
Tantas historias, como la de mi amigo que jugaba a la pelota  y un día... O aquella mujer rubia que a veces leía un libro, siempre el mismo hasta la tarde en que... O los viejitos que coleccionaban hojas secas, cuando un mediodía de comienzos de otoño... O mi madre regalando juguetes por la puerta falsa de mi casa a una fila larga de niños pobres pues ya era tiempo de navidad...O mi pandilla que se daba cita bajo los árboles de la calle lateral y aquel verano se empezaron a ir... 

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