Chile, país de poetas,
sostiene el refrán irrenunciable
pues en el alma de su gente
la cítara suena tenaz y arrolladora.
Tierra continental, insular, antártica,
tú pares semillas de lucientes voces,
cantores líricos, vates exponentes
en pleno fulgor de su aurora catártica.
Cuán natural resulta
escribir poesía desde Chile,
franja de sismos y sacrificios
que insiste en narrar su historia
hecha leyenda desde el paisaje místico,
largo y delgado edén que sin esfuerzo
hace germinar el lirismo virtuoso ascético
en el corazón ávido de sus nativos.
Así brota aquí el hablar poético,
resonancias vivas de lengua materna,
emergente numen desde todos los rincones
delineando el éxtasis útil e ineludible
que vibra en la palabra redentora
de auténticos trovadores
que no pararán de ser oídos.
Mistral, Neruda, Huidobro, de Rokha,
Pezoa Véliz, Magallanes Moure,
Castro, Parra, Hahn, Anguita,
Arteche, Teillier y muchos otros,
árboles insignes y vitales cuyas hojas
se estremecen en trance que no muere,
expansores de lo inalcanzable,
subversivos del alma y de lo imposible
delirarán perpetuos junto a nosotros,
los confines fecundos de esta tierra.
sostiene el refrán irrenunciable
pues en el alma de su gente
la cítara suena tenaz y arrolladora.
Tierra continental, insular, antártica,
tú pares semillas de lucientes voces,
cantores líricos, vates exponentes
en pleno fulgor de su aurora catártica.
Cuán natural resulta
escribir poesía desde Chile,
franja de sismos y sacrificios
que insiste en narrar su historia
hecha leyenda desde el paisaje místico,
largo y delgado edén que sin esfuerzo
hace germinar el lirismo virtuoso ascético
en el corazón ávido de sus nativos.
Así brota aquí el hablar poético,
resonancias vivas de lengua materna,
emergente numen desde todos los rincones
delineando el éxtasis útil e ineludible
que vibra en la palabra redentora
de auténticos trovadores
que no pararán de ser oídos.
Mistral, Neruda, Huidobro, de Rokha,
Pezoa Véliz, Magallanes Moure,
Castro, Parra, Hahn, Anguita,
Arteche, Teillier y muchos otros,
árboles insignes y vitales cuyas hojas
se estremecen en trance que no muere,
expansores de lo inalcanzable,
subversivos del alma y de lo imposible
delirarán perpetuos junto a nosotros,
los confines fecundos de esta tierra.
© - Marysol Salval
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