Oleo de Fabian Perez
Tu silueta sigilosa
era sombra delineando
la esquina
de traje gastado y
grasiento,
congeló mis pasos
al enfrentarla
repentina.
Dime quién eres, hombre
cazurro
que vas aspirando desidia
del humazo enrarecido
que expele un
cigarrillo
entre tus dedos
pajizos
mientras deambulas la
noche.
No ha sido fácil develarte
bajo el ala oblicua
del chambergo demodé
que ensombrecía tu
rostro.
Me desataste súbito el
miedo
desde tu rancio empaque
que abrupto sacudió
mis venas
de encarnado torrente bravío.
Quién eres, dime, qué quieres,
pregunté engallando
mi estampa
para disimular el tum
tum
que arremetía mi pecho
capeando un
posible infortunio.
Tu mirada opaca y
gris
encubrió sus
intenciones
mientras tu áspera
voz
pronunciaba palabras
turbulentas y torvas,
aerosol en mi rostro
de orujo
fermentado en tu
saliva
desde tiempos
ignorados.
El coraje de mis ojos
clavados como puñal
certero
en tus pupilas, te
dejó perplejo,
no esperabas tal
valentía.
Abriste lento una
mano
y dejé caer en ella
el brillo
tintineante de unas
copas
que ya chorreaban dulces
por la comisura herida
de tu boca sedienta.
Luego despejaste la
calzada
y resignado recibiste
el golpe
de la brisa acicalada y fresca
surgida desde mi
avance
que agitó leve tu mustia
corbata.
Ya más lejos voltee a
mirarte
aliviada del adverso
rincón
donde te encuadrabas
torvo,
y el pavor inicial que
me causaste
se tornó misericordia
del alma.
Pobre ser que su
miseria
flagela entre drogas
y alcohol,
enfermo, desventurado
y sufriente,
peor castigo no podrías tener
más que el que encarnizado,
te has impuesto a ti mismo.
© - Marysol Salval
2 comentarios:
Quién sabe qué desgracias ocurren en la vida de cada uno, para llegar a ciertas situaciones en la vida...
Un Bello poema lleno de tu linda escritura y sentimientos.
Besibrazosssss
Un placer leerte!! Lo difundo en mi face amiga!!
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