Ciudadana del mundo, de aqui y de allá. Enamorada de la vida y agradecida de Dios. Le canto al amor en todos sus matices.







6/01/2008

Sólo 3 días para un retorno

Lima


Quisiera ser ahora como el Ulises griego 
que domaba los arcos, y los barcos y los 
destinos. Quiero ahora deciros ¡hasta luego! 
¡Porque no me resuelvo a deciros adiós!

Rubén Darío


Tres días para un retorno


Permiso que me otorgo
para este manifiesto de pesares
que desesperadamente
busca la luz para sanarse.

Volver a Lima
después de un adiós
 doloroso y amargo,
será que las partidas
son condenas del retorno.

Largo tiempo lejos de mi casa,
y ahora el reencuentro
que aparenta ser olvido
  que no quiero deshacer.
Sólo tres días para un retorno,
y ha sido tan intenso,
doloroso, como un aguijón
clavado en corazón abierto.

No es mi tierra la de mis pasos
ni donde brotaron mis raíces,
pero ahí mora mi origen
resistiendo en el tiempo
con  fuerza de superviviente
que delinea mis vestigios.

Voces, olores, ilusiones,
el cielo gris, mi niñez,
mis tristezas, mi madre,
los restos de mi padre
el océano enorme...

Quién pudiera recoger lo perdido,
 alboradas cargadas de esperanzas,
las estrellas consolando el alma,
el sol que ahuyenta el crespón del horizonte,
quién pudiera regresar a la vida
la alegría que ahora no tiene eco.

Quién pudiera...

Desde el fondo del corazón
brota este poema
agazapado, ineludible,
desnudo, semilla enferma
desde su mismo origen
que va desangrándose,
lacerando cada instante,
 penas que atormentan
 con dolor que atenaza,
es el alma que padece,
crucifijo que aletea en los suspiros,
 pólvora que estalla en los recuerdos,
en cada beso, en cada canto.

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Hago una pausa y prosigo...

Me quedé anclada en el retorno,
 barco que no suelta las amarras
al no amainar la tormenta.

Debo volver...
Debo volver la mirada
para observar hacia dentro,
en lo profundo,
bucear en esa mezcolanza
 de tristeza, de vida y esperanza
que está enquistada
en lo más hondo de mi ser.

El clima esta revuelto,
el lago oscuro de mis ojos
 ante la furia del viento no deja de bramar.
Son las olas que reclaman,
o es el zumbido de mi sangre
que dentro de mi cráneo
ha desatado un temporal.

Ha llegado la hora de la catarsis,
ha llegado el momento del poeta
que tiene ansias
de diluir la tristeza
saboreando la sal del saco de su propio lacrimal.
Y esta maldita visión que se me nubla,
tan sentimental que no me deja avanzar.

Estoy anclada,
amarrada al mástil
de mis pequeñas miserias.
Y es así como la pena
se aprovecha de mí a su gusto,
se ha vuelto un parásito
que sobrevive del jugo de mis sesos,
del sudor de mi alma,
de mi sangre y de mi tinta.

Hasta cuándo he de llorar.

Ah, señores...
Si fuese posible dejar mi tormento
para retomar la vida
en la luminosa y espléndida ribera
de la paz, de la armonía y del amor.
Si fuese posible volar con alas alegres,
como antaño, cuando la dulce melodía
de los delfines, atrajo mi barca hacia los sueños.

Más, dónde está aquel templo de mármol,
dónde moran mis dioses fecundos,
dónde esta la pequeña gruta
guarida de las hadas, de gnomos y de elfos,
dónde mi alegre poesía
que brota de la lira de las musas
ceñidas de tulipanes y de azahares.

¡Basta, basta!

Es hora del verdadero retorno,
de soltar las amarras,
basta ya de revolcarme en el cieno
que mi fulgor ha hecho oscurecer.


10/07/06

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