
De qué manera voy a nombrarle
como voy ahora a describirle
boca enorme que me engulle
garganta fiera que me traga.
En el alba a la ventana
monstruo vasto que se acuesta
en el frente, a la altura de mi casa,
sus jorobas frías y albinas
acantilan abúlicos afanes,
choca nieve en mis pupilas
y aquél gélido contacto
estremece involuntaria mi mirada.
Desenvaino, pues, el acero de los bríos
y su fuego compondrá la calma
para que no duelan más escalofríos;
que se renueven los milagros
y regrese la fresca alegoría,
que las lágrimas sean risas
y la pena sea brizna en el olvido,
remolinos muevan raudos en el viento
hojarasca nueva, reverdecida.
Hay tambores que conjuran
en el fondo donde mora un mundo,
un corazón latiendo fuerte empecinado,
mariposas que bailan primaveras,
que no quieren ser orugas
en el glacial letargo del invierno,
despreciadoras fieras de la agonía
de alas rotas a la puerta del quebranto.
Hay tambores desde el inicio,
instrumentos trascendentales,
su cuero se ha desgastado
pero aun retumban mariposas,
esplendores repiqueteando,
plegarias altas que albergan
íntimos anhelos restaurados.
Que así deshielen a este invierno
que ha asediado mi puerta
impertinente y altanero
para pasmar mis ojos
y enmudecer mis sones;
que así llegue el deshielo
de la pena y de los miedos,
un conjuro levantado, tamborilero
ante sus gibas gigantes.
Marysol Salval
para que no duelan más escalofríos;
que se renueven los milagros
y regrese la fresca alegoría,
que las lágrimas sean risas
y la pena sea brizna en el olvido,
remolinos muevan raudos en el viento
hojarasca nueva, reverdecida.
Hay tambores que conjuran
en el fondo donde mora un mundo,
un corazón latiendo fuerte empecinado,
mariposas que bailan primaveras,
que no quieren ser orugas
en el glacial letargo del invierno,
despreciadoras fieras de la agonía
de alas rotas a la puerta del quebranto.
Hay tambores desde el inicio,
instrumentos trascendentales,
su cuero se ha desgastado
pero aun retumban mariposas,
esplendores repiqueteando,
plegarias altas que albergan
íntimos anhelos restaurados.
Que así deshielen a este invierno
que ha asediado mi puerta
impertinente y altanero
para pasmar mis ojos
y enmudecer mis sones;
que así llegue el deshielo
de la pena y de los miedos,
un conjuro levantado, tamborilero
ante sus gibas gigantes.
Marysol Salval
No hay comentarios.:
Publicar un comentario