
Una toma yo quería,
a las aves que en lo alto
en libertad aparecían.
Con mis ojos asombrados
tres cóndores, yo veía,
alejados del abrupto monte
en la orilla vital y populosa,
el mar, en la ciudad de Lima.
Magníficos seres, audaces,
con sus alas extendidas
así como yo me sentía
cuando entre sus calles
antaño, izaba mis alegrías.
Mira su grandeza perfilada
entre el océano y el cielo,
cómo tan vibrantes, atrevidas,
así yo tuve sueños y valentía
que azul brillaban en las alturas.
Una toma, hija, deprisa,
que se marchan, repetía,
y mi hija ajustaba el lente
al negro vuelo de los pájaros
mientras tierna me decía...
No quiero tu desencanto, madre...
No digas nada, mi niña...
Es que, madre, es inexacto...
Déjame seguir ensoñando,
yo sólo quiero una toma, hija,
ya sé que son gallinazos
más, cóndores estoy mirando
que libres alzan el vuelo.
Marysol Salval
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