Ciudadana del mundo, de aqui y de allá. Enamorada de la vida y agradecida de Dios. Le canto al amor en todos sus matices.







6/12/2016

Soñado vergel de canoras

Como un pequeño milagro, un oasis; vi un vergel de canoras en medio de Santiago...
En las manos del árbol
las hojas temblorosas de rocío,
pude ver todo el cielo encapsulado
en aquellas gotas titilantes.
Solo un colibrí sediento
se atrevió con su pico acerado
a romper ese mágico azul
en húmedos fragmentos diminutos
que se perdieron en el aire.

Mas abajo, en el ramaje verdeocre,
un zorzal solitario
ensaya un trinar enamorado,
su bella melodía bermeja
se descuelga arrobada desde el nido,
pero de tanto en tanto intercala
un silbido triste, de nota repetida,
como si fuese un quejido,
quizás fuese un aria di lamento.

En el árbol contiguo, un jilguero
lleva en el pico una pipa de cardo,
mueve la cabeza conspicua
en un vaivén tricolor
que va tiñendo las ramas,
alimenta a su hembra
que en el nidal, tierna y serena,
canta, incubando las crías.

Y más acá, a ras del piso,
algunos mirlos ennegrecidos
charlan intermitentes fraseos,
tac-tac-tac, chuc-chuc-chuc,
mientras con saltos pequeños
entre sus picos enredan gusanos
o nimios frutos silvestres.

De pronto, extinguió los trinos
el plumaje de un aguilucho furtivo,
cazador fiero planeando en círculos,
rufo de hierro en su manto extendido
intentó lanzarse en picada
sobre este soñado vergel de canoras.

Pasó rasando buscando una presa
y no la halló en la bandada escondida,
quiso Dios que no fuera su día
y a mis ojos ocultar la muerte,
sólo el silencio acompasó su vuelo
y un rezo mudo y agradecido
brotó espontáneo desde mi alma.

Marysol Salval

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