Es la hora...

Es hora de la mujer que despierta. Un día más, y ella ya añora una noche eterna, preferiría quedarse junto a Morfeo. Un día más y se verá de nuevo ante la difícil realidad que enfrenta. La mujer que despierta se intercala con la mujer que sufre, y teme, y el miedo pesa como una loza enorme.

Es el turno de la mujer que limpia con un trapo. Frota cada mueble, cada adorno; lámparas, puertas, ventanas. Sacude todo el polvo y también los pensamientos que se diluyen en el aire. -Es mejor no pensar cuando hay problemas- dice la mujer que sufre. Asiente la mujer que teme - es mejor vivir momento a momento.

La mujer que limpia con un trapo deja el trapo, toma la escoba, la deja, toma el trapo, en un rito monótono, vacuo, repetitivo.

La mujer que limpia con un trapo sabe del hambre. La mujer que cocina riega las plantas, e improvisa una cena, - generoso es ese quehacer - y los pensamientos de la mujer que sufre aún son fragmentos de polvo que flotan ingrávidos en el aire.

El polvo es un recordatorio de lo efímero de la vida, entonces la mujer que es madre piensa en sus hijos, la mujer que despierta no hace mucho que cada noche los soñaba, la mujer que teme, siempre teme por ellos. La mujer que sacude con un trapo sufre, y sacude otra vez los pensamientos.

La mujer que trabaja indaga, busca, se las arregla. La mujer que teme, debe proveer, y teme si falta. La mujer que sufre quiere olvidar y la mujer que despierta quiere soñar, la mujer que escribe con un lápiz escribe todo para no olvidar nada.

La mujer que limpia con un trapo se limpia a sí misma, se viste, se maquilla, es la hora de la mujer que ama. La mujer que ama por amor se arriesga, y espera incondicionalmente.

Se mira en el espejo y el reflejo de la mujer que celebra aun no aparece, ella sabe que debe ser paciente, no cree en los imposibles y confía.  Ya llegará su turno.



Marysol Salval