
Penetró el alto umbral
con unción en el pecho
el último fulgor de su alma.
Iba así el ensueño de la poeta
en alas blancas de mariposas
al regazo misterioso de la muerte.
Y en ese instante
de despedida y tránsito
una flauta sonó lastimera,
se le escuchó llorar a lo lejos
y las cigarras entre las sombras
acompasaron tristes aquel llanto.
Mas su luz es poema
que aun destella tras su vuelo,
es polvo de rosas y de versos,
es licencia y derecho del poeta,
y es milagro, y es certeza, tras su muerte
permanecer vivo para siempre.
Marysol Salval
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