
Abordaron su barca
sin pensarlo dos veces,
no les inquietó el vértigo
ni el torrente bravío,
subíeron con el deseo enhiesto
y un anhelo fresco, renovado.
Allí mecieron los quereres
en un abrazo azul a la deriva
en ansia y gozo, un entramado cielo.
¡Oh bello viaje del alma embelesada,
oh dulce afán del cuerpo enardecido!
Juntos divisaron luego, apasionados
el espejeado margen del paisaje
y fueron gaviotas en elevado vuelo
que rozaban idílicas dichosas
el éxtasis celeste del empíreo.
que rozaban idílicas dichosas
el éxtasis celeste del empíreo.
Mañana volveremos, él le dijo
con mirada limpia, enamorada,
¡cada día! ella asintió, ilusionada,
a la blanca extensión de nuestro río
para acariciar vehementes sus caudales.
Desde ahí, cada tarde tras el sol
que se oculta rendido en las montañas,
la pareja navega con su barca
por el río azul de su arrebato
y son vaivén y hervor entre sus aguas,
vuelo y viento también, que los rebasa.
Marysol Salval
con mirada limpia, enamorada,
¡cada día! ella asintió, ilusionada,
a la blanca extensión de nuestro río
para acariciar vehementes sus caudales.
Desde ahí, cada tarde tras el sol
que se oculta rendido en las montañas,
la pareja navega con su barca
por el río azul de su arrebato
y son vaivén y hervor entre sus aguas,
vuelo y viento también, que los rebasa.
Marysol Salval
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