
Hasta cuándo, madre, durará esta guerra
que impiadosa me despoja de la infancia.
Abstraerme no consigo del horror
que padecemos, y tengo miedo, madre,
miedo a perderte en el veloz aullido
del perverso fogonazo que asesina.
Se despedaza la noche entre las bombas
con su estruendo terrorífico y malévolo,
del cielo ya no llueve más que fuego,
humo negro entre lágrimas y esquirlas,
es un monstruo abominable que me aterra,
nos condena, nos ciega y nos destruye.
Nosotros ocultos en ruinas de la casa,
poco queda del hogar que compartimos,
ni mi escuela con sus aulas y lecciones,
ni el maestro alegre en el patio de la pausa.
Nada queda, sólo el terror que hiela y hunde,
y el flagelo de la angustia exacerbada.
Hasta cuándo, madre, durará el tormento,
soy un niño que del odio no conoce,
no he aprendido de política, y mi credo
es por Dios que me ampara y me sostiene,
Él me habla de amor y bienaventuranzas
y de la paz que dispensa sobre el mundo.
Mis amigos ya no esperan en la plaza,
todos temen, escondidos como yo
bajo las piedras, unos lejos han partido,
a otros los llevó el misil y la metralla.
Ah, madre, dime, hasta cuándo esta tortura,
no te alejes, soy tu niño y tengo miedo.
Dibujaré en la arena una gran paloma
con las alas extendidas, como volando,
quizá Dios pueda verla desde el cielo,
será una plegaria de paz y de cariño.
Quiera Él, madre, ayudar y protegernos
de esta guerra que nos hiere y que nos mata.
Marysol Salval
Derechos reservados
No hay comentarios.:
Publicar un comentario