
¡Ay!, cuando el oficio vuestro aun brillaba, el del regocijo,
qué distinto era, qué distinto todo,
cuando las coronas tus templos ornaban...
Friedrich Von Schiller
Oh, grandes dioses, que
otrora el ser amaba,
¿dónde están ahora y dónde
vuestros dones?,
creación divina y pura de
su estirpe,
eran plenitud vital de
ilusión sagrada.
Aquel mundo de tanta dicha y
de belleza
se derrumbó en el abismo más
ignoto,
anegando en pena, lágrimas
de agobio
el espíritu pequeño de los
hombres.
Aquel vínculo fantástico que
hiciera
al mundo una arcadia de paz
y alegría,
¿dónde está?, se extravió
ante el rigor sombrío
de la abatida y moderna
realidad.
Dioses que elevaban a la
naturaleza
y al amor, y a la vida, y
hasta la muerte,
se disipan ahora en órbitas de estrellas,
sólo el estro del poeta los
regresa.
Oréades, dríades, ninfas y náyades,
moradoras de los montes y
las fuentes,
son ahora flores muertas y
olvidadas
desdivinizada su gloria en
la natura.
Y los doce dioses olímpicos
que alzaran
el triunfo con su fuerza
sobrenatural,
de panteón divino junto a
sus parientes,
los semidioses que también han fenecido
y arrastraron con ellos un
bello tiempo azur.
Y esta noche tras su declive y en silencio,
mi mirada los busca entre las nubes blandas
y veo pasar sus figuras gigantescas,
son temblorosas sombras en luctuosa marcha.
Y esta noche tras su declive y en silencio,
mi mirada los busca entre las nubes blandas
y veo pasar sus figuras gigantescas,
son temblorosas sombras en luctuosa marcha.
Marysol Salval
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