Acrílico y collage sobre madera
de mi autoría
La acuné entre mis brazos en delicado manto,
su cabeza desnuda me cabía en la mano,
me cautivó su carita de frutal lozano,
sus mejillas rosas, su aterciopelado llanto.
Es mi niña una refulgente y cálida estrella
que cayó del cielo para iluminar mi vida,
cómo puede, si es tan menuda, brillar henchida
del más precioso fulgor que mi mirar dentella.
Cantándole una nana la arrimé hasta mi pecho
por calmar el llanto que su cuerpo estremecía,
su boquita ávida en mi seno buscó el provecho
rebosante de savia tibia, albina ambrosía.
Niña mía, madre ha de cuidarte, eso es un hecho,
¡pobre pequeña que de hambre y frío padecía!
© - Marysol Salval
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