Murallas altas
Se levantan sin
recato
En torno a mí
Inconmovibles,
Ante el interminable
rugido
De los autos que surfean
Inclementes el
asfalto.
Giro la cabeza
De un lado a otro
Mi mirada se detiene
Ante la tenue luz
De las escenas que se
asoman
Por los ojos del
ladrillo,
Yo buscaba un respiro
Y lo descubro,
Apenas perceptible
Tras el tul de las ventanas
De los grises y
pétreos edificios.
No sé bien en que
momento
Brotó desde la tierra
Todo este concreto
Que se enfila por las
calles
Estático y sombrío
Como un grupo de
viejos
Paralíticos y tristes
Intentando recordar
La infinitud del
bosque
Que danza alegre
Ante el canto de las
aves.
No sé bien en qué
momento
Se posó la ciudad
Sobre mis hombros,
Desmedido cargamento
Que ha doblegado mi
espalda
Obligándome a mirar
el suelo
Y alrededor de mi,
insensibles
Las estáticas murallas…
No murmuran
Los seres de mis bosques
No murmuran
Las hadas de las
aguas
Ya no escucho
Ya no escucho
El cantar de las
cigarras
Sólo tengo este momento
Como niño temeroso
Atrapado en el pálido
cemento
Apenas audible
Entre el rugido de
los autos,
Y mis palabras
Aprendiendo a
urbanizarse
Apilándose como
piedras
Una sobre otra
Grises y estáticas.
© - Marysol Salval
3 comentarios:
Me considero bastante urbanita, pero no soy inmune a la belleza natural que tan bellamente muestras en tu poema.
Un abrazo
Vibrantes versos en clave de tristeza que comparto absolutamente Marisol.
Después de vivir 12 años en el sur de Chile me reconozco completamente en tus magníficamente bien hilvanadas palabras que establecen tan bien la diferencia entre lo rural y la gran urbe... pensar que hay gente que le encanta la metrópoli y que jamas saben escuchar los sonidos ni oler los aromas de los pueblos pequeños y el campo...
¡Cuanta nostalgia!
Feliz Navidad
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